Definitivamente envejecer, hoy por hoy, trae consecuencias; las familias han cambiado así como toda la sociedad en si misma, y claramente solo hay dos opciones, hacerlo en casa o fuera de casa.
En casa, ya el soporte de una familia cada vez mas deslocalizada, requiere una ayuda que a todas luces es demasiado costosa, por no decir imposible para la gran mayoría de familias, y hacerlo fuera, en una residencia no nos acaba de convencer. Para bajar el coste se masifican, y de no ser así son también demasiado caras para la mayor parte de la sociedad.
Ya en el 2009 la Unión Europea insistía en las consecuencias para las personas en estos grandes alojamientos: despersonalización en el trato, rigidez en las rutinas cotidianas, aislamiento y segregación social, distanciamiento entre los intereses de los profesionales y el de los residentes, pérdida de oportunidades para tomar decisiones, ausencia de privacidad, etcétera. Instituciones donde la vida cotidiana se desenvolvía en virtud de las necesidades de la propia organización y del personal. Donde, en ocasiones, prevalecían los criterios economicistas sobre los indicadores humanos en la gestión asistencial, donde se disponían de habitaciones dobles para que convivieran personas extrañas entre sí. Residencias que en algunas ocasiones nos traen a la memoria algunos aspectos de aquellas instituciones cuarteleras de antaño.
La mayor parte de nosotros queremos envejecer en casa, entonces…. ¿Y si cambiamos de casa? ¿Y si la nueva casa forma parte de una comunidad, de una gran familia de amigos? Pues tenemos el Cohousing.