Hoy queremos comentar un párrafo de un libro cuya lectura os recomiendo, y aquí os dejo el enlace para descargar el pdf.
https://www.economiasolidaria.org/wp-content/uploads/2020/08/manual-de-lucha-contra-el-cambio-climatico.pdf
Y me refiero al siguiente párrafo:
Además, gran parte de los alimentos que consumimos en nuestras mesas viajan desde otros países. Esos viajes y procesamientos significan más cambio climático. ¿Qué sentido tiene comerte una manzana que se ha cultivado a 6000 km de distancia? Lo razonable, desde un punto de vista climático, es que las manzanas que te comes, en la temporada que les toca, hayan sido cultivadas en un campo a no muchos kilómetros de donde vives, mediante técnicas agroecológicas que imitan el propio funcionamiento de la naturaleza; es decir manejando el suelo, el agua y la flora y la fauna para que se ayuden unas a otras. Y que además puedas comprarlas frescas en un pequeño comercio como el mercado de tu barrio.
La pregunta tiene su miga, ¿Qué sentido tiene comerte una manzana que se ha cultivado a 6000 km de distancia?, y la verdad es que lo mires por donde lo mires no tiene ningún sentido.
Recuerdo el encanto de los mercados municipales, donde podías comprar todo lo necesario, mirar, comparar, con tu cesto, ibas a hacer la compra y el mercado te ofrecía todo lo necesario, era alegre, la gente se conocía, se saludaba, se paraban a hablar y tomar el desayuno en una de las dos cafeterías que allí había. Aún viviendo en Barcelona, era el mercado de barrio, el “Mercat del Clot”, y el barrio, como un pequeño pueblo, tenía vida propia, un latido característico, y cuyo corazón era el mercado.
Hoy en día los mercados municipales o han desaparecido o están en vías de hacerlo. El ambiente de “pueblo” también, ya casi nadie se conoce, la industrialización, el crecimiento, desperdigaron a las familias y a los vecinos; pero dejemos la nostalgia, que esto va de otra cosa.
Aquí estamos, en La Palma, en una isla, mucho más propicia para, por ejemplo, ser autosuficiente en alimentación. EL suelo es fértil, curiosamente hay agua, yo soy “nuevo” y casi no conozco a nadie, pero mucha gente se conoce, y aún queda algo de ese tejido protector que ejercen los pueblos mucho más que las ciudades.
Aún así, en los años que llevo aquí, he visto menguar los mercados locales, casi desiertos, con pocos, contados, “puestos” y que si hay tres, tienen prácticamente lo mismo, muy poca oferta, y muy pocos clientes, como el pez que se muerde la cola, una cosa trae la otra, y esos clientes somos prácticamente “nuevos”, “forasteros”, que hemos llegado a la isla huyendo, desertando, de las grandes ciudades y el estrés mientras los jóvenes autóctonos huyen de la isla a buscar su vida en ellas.
Pero ajeno a nuestra limitada visión, a nuestros deseos y a nuestros mayores o menores anhelos, el mundo sigue una senda preocupante, la del cambio climático, que ahora comenzamos a ver con claridad pero que hemos estado propiciando los dos últimos siglos.
Pienso, muchos o algunos pensamos, que es el momento de retomar un control de nuestras vidas y en particular de la alimentación, y recuperar aquellos mercados de antes, con alimentos de proximidad, sin químicos nocivos para nuestra salud, pero con la variedad que un clima benigno como el de nuestra isla permite, y dejemos de pensar en el plátano y el aguacate como únicos elementos de producción agrícola. Si de verdad queremos hacer algo para frenar el cambio climático, debemos, entre otras cosas, recuperar esta simbiosis entre productores y consumidores, que tiene en los mercados municipales su mejor expresión.
Desde Brisas Canarias, queremos crear un grupo de consumo agro-ecológico donde nos unamos productores y consumidores, para una alimentación basada en productos de proximidad y con todas las garantías de salud necesarias. ¿Te apuntas a la idea?