HAS PENSADO DONDE Y COMO VIVIRÁS DENTRO DE DIEZ AÑOS? NO TE SIENTES CON LAS MISMAS FUERZAS QUE ANTES?


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UNO DE LO ELEMENTOS CLAVE DE LA HISTORIA  (La responsabilidad por omisión)

Mi padre me dijo una vez, en una de las charlas que teníamos sobre política los sábados, mientras esperábamos la hora de la comida familiar, que el principal mal de la Humanidad estaba en su ADN y se llamaba egoísmo. De él arrancaban, según mi padre, la mayor parte de los males.
Hablábamos de cómo sociedades que se suponía instruidas, civilizadas, con estudios, podían ser en un momento dado artífices de agresiones totalitarias contra pueblos enteros, siguiendo figuras autocráticas. ¿Cómo era eso posible?

La respuesta está en el mismo egoísmo. Cuando en una sociedad se produce una presión decidida en un sentido, amparándose en una supuesta mayoría, aunque esa mayoría en realidad no exista, si enfrentarse a esas opiniones conlleva una especie de amenaza latente, cuanto poco de exclusión, llegados a ese momento, debes decidir si enfrentarte o bien evitar el enfrentamiento, y así, de forma muy rápida. En segundos, si piensas que ese ataque no es a ti, puede ocurrir que decidas inhibirte, y evites el enfrentamiento. Acabas de participar, por omisión, en un posible linchamiento, y estás generando una mayoría que en realidad no existe. 

Eso lo hemos vivido casi todos, por no jurar que todos, en algún momento, cuando alguien nos ha querido convencer de que “la culpa es de los inmigrantes” o cuando a alguien que preguntó algo en castellano, se le responde en catalán a sabiendas de que quizás no nos entienda,.. frente a esa presión, ¿Cuántos no hemos declinado el enfrentamiento y nos hemos inhibido? 

Esto no es algo nuevo, es tan viejo como la Humanidad. Todas las sociedades tienen unas mayorías silenciosas, que practican y han practicado a lo largo de la Historia el silencio de los corderos, permitiendo que los más salvajes, los más brutos, los que más gritan, impongan su voluntad, y acaben atacando a las minorías que es siempre el único ataque posible. Al revés no sirve, ya que al final, la mayoría agredida podría responder; como aprendí en la escuela, las manadas se cebaban en las minorías más débiles, mientras la mayoría silenciosa, miraba a otro lado, en ese silencio de los corderos que en realidad es y siempre ha sido, mal que nos pese, cómplice de la mayor parte de las agresiones del hombre por el hombre.
Seguramente nos duele oírlo, seguramente preferimos pensar que nadie puede frenar a esos dictadores sanguinarios pero no es cierto, todos tenemos la responsabilidad por omisión.

Pero no es necesario ceñirnos a los más visibles eventos de la Historia; en nuestro hacer cotidiano cada día se reproducen los mismos tics de evasión, “yo no opino de política”, “yo en eso no me meto”, o cuando frente a las innumerables agresiones que suceden cada día de pequeño calado, pero agresiones al fin, y muchas veces por parte de la misma Administración, por pereza, o por miedo, o por ambas cosas, ejercemos nuestro papel de corderos, sumando fuerzas a ese silencio cómplice. 
Este es el motivo de que esta sociedad no avance al ritmo que sería necesario, también el motivo de que se esté desmontando la sanidad pública, de que en definitiva suceda lo mismo con el llamado estado del bienestar, y en otra escala también de que La Tierra y la Humanidad estén enfermas.

Permitimos, elección tras elección, que eso que se supone es la democracia también se transforme tras escalofriante mutación, en un sinsentido. Los políticos “de raza” se llenan la boca de promesas que siempre incumplen, y no hacemos nada; ¿porqué no establecer como contrato el programa electoral? Y cárcel si se incumple. Pero fijaos que nada que pretenda cambiar la sociedad dominante es sencillo de conseguir, pues todo avance, por definición, debe ser “contra la mayoría”. Si estudiásemos la Historia, con un poco de visión crítica, no cualquier cuento, nos daríamos cuenta de que siempre fue así.  
La “maldita mayoría” ciega, sorda y muda, como dócil rebaño ha sido siempre sujeto silencioso por omisión, de perpetuar las situaciones injustas de agresión a las minorías, ante el silencio cómplice de los corderos.
Es por eso, por nuestro silencio, por nuestro egoísmo al fin (“que se mojen otros”), que las minorías siguen siendo atacadas. Por eso en nuestra isla no hay viviendas adaptadas a PMR, por eso no tenemos suficientes neurólogos, o traumatólogos, o radiólogos, o psicólogos, o psiquiatras, o baños públicos adaptados, o transportes adaptados, y un largo etcétera que no viene al caso enumerar aquí.

No busquemos a otros culpables, la responsabilidad es nuestra por omisión. 
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